domingo, 22 de enero de 2012

La tartamudez también va a la escuela...


La tartamudez también va a la escuela...

"Mis amigos me burlan, se ríen de mí""Creen que por ser tartamudo soy tonto""Prefiero no hablar porque sé que me voy a trabar""Todo el tiempo me toman de punto, soy el blanco de todas las cargadas"


Estos son algunos de los comentarios que niños y personas con tartamudez vuelcan sobre su experiencia escolar en cuanto a su grupo de pares, en mayor o menor medida se sienten discriminados y blanco de toda burla o crueldad de parte de sus compañeros, se sienten vulnerables, indefensos, inferiores, la sensación de impotencia aumenta año tras año para llegar a su punto culmine en la adolescencia, donde toda dificultad o diferencia se destaca en su máxima expresión.

La tartamudez es una dificultad que se caracteriza por un aumento de la tensión verbal y corporal en el momento de la comunicación. Se puede describir como un desorden en el curso fluido de los movimientos del habla que se caracteriza por interrupciones más cortas o más largas de los mismos. Al observarlas, estas interrupciones de la fluidez pueden tener características, tales como la repetición de sonidos, sílabas o palabras, prolongaciones y pausas, como resultado de bloqueos motores.

Estas dificultades en la fluidez del habla suelen manifestarse a partir de los 2, o 3 años de edad, y suelen confundirse con los "errores normales de la fluidez" que también pueden manifestarse en estas edades. Pudimos ver que el ámbito escolar no escapa al desconocimiento general que se tiene sobre este tema.

La escuela puede llegar a ser estresante para algunos niños. Para aquél que tiene temor a leer en voz alta, a hablar en clase, a responder preguntas, a actuar, y/o hasta a hablar en los recreos, puede producir una ansiedad particular.

Si Ud. como docente puede prevenir o modificar estos sentimientos, si puede lograr que el niño disfluente y sus pares se entiendan, que no hay nada de qué avergonzarse; habrá hecho un gran camino para evitarle a una persona un gran sufrimiento.

Ahora sabemos que los niños con esta dificultad les cuesta relacionarse con los demás, especialmente en edad escolar, donde su propia imagen esta directamente relacionada con "la imagen que el otro tiene de mi".

El docente será quien nos ayude a suplir estas falencias ya sea detectando a tiempo una tartamudez, o dándole al niño seguridad dentro del aula.

El niño de jardín y pre-escolar:

El comienzo de la tartamudez ocurre en un 80% de los casos entre los 2 y los 5 años de edad y éste es gradual, aunque también puede ser repentino. En este período (entre lo 2 y los 5 años), el niño atraviesa un proceso difícil ya que está desarrollando habilidades del lenguaje muy complejas. Los “saltitos” o repeticiones son normales (disfluencias típicas) si no se acompañan de esfuerzo o incomodidad al hablar (gestos-tensión).
Es común escuchar en el habla de los niños pre-escolares estas disfluencias típicas tales como: pero pero; yo yo; cua-cuando; que que fue; pu-pu-puedo; el de los el de los; etc. Pero a veces, frente a una exigencia del medio, algunos niños intentan evitar estos “saltitos” y por eso se esfuerzan para hablar, para que el mensaje sea contínuo. Este esfuerzo genera tensión en los músculos del habla y del cuerpo en general. El aumento de tensión aumenta la disfluencia. Las disfluencias acompañadas por tensión dejan de ser típicas y se convierten en disfluencias atípicas.
Es muy importante el papel de los docentes en el descubrimiento de este problema. Los niños pasan muchas horas en la escuela y a veces son los maestros los primeros en notar esta dificultad y en llamar la atención de los padres. El docente puede indicarle a los padres que realicen una consulta con un profesional especializado cuanto antes. Cuando un niño tiene disfluencias atípicas “lo peor que se puede hacer es esperar”, ya que cuanto antes se interviene desde el momento del comienzo del síntoma, mejor será el resultado del tratamiento.
Algunos consejos para el docente:
Saber escuchar al niño disfluente sin apurarlo.
Darle tiempo para hablar, para que pueda expresar cómodamente su mensaje.
No interrumpirlo cuando habla ni dejar que él interrumpa a los demás. Respetar los turnos para hablar.
Formularle preguntas de a una por vez y sólo las necesarias.
Modificar su propio lenguaje para no acelerar y evitar ritmos vertiginosos en la sala.
Explicar a los otros nenes que muchos chicos hacen “saltitos” al hablar y que como todos somos buenos amigos, le vamos a dar mucho tiempo para hablar, para que hablen más cómodos y seguros.
Hacerle notar todo lo que hace bien.
Hablarle con frases cortas y con un lenguaje fácil, es decir, adecuado para su edad.
No decirle: “pará, volvé a empezar”, “no te apures”, “hablá despacio”. Las indicaciones de este tipo aumentan la tensión.
Comunicarse con él no solo verbalmente: acariciarlo, mirarlo, tocarlo, aceptarle juegos no verbales.
Prestar atención al lenguaje de los niños en general, escucharlos hablar. A veces la disfluencia pasa inadvertida en la escuela porque el niño disfluente no habla o habla poco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario